sábado, 22 de enero de 2011

ven

Ven, a que te muerda tus rayos de Luna con las pestañas. Ven, a que te quite el invierno de tus malos sueños con el abrigo de mi lengua y el Sol de mis palabras de otoño. Ven, a que descubra el pecado en tu piel, y la piel en mis dedos, y entre mis dedos el cielo nocturno. Y en medio de la noche ríos de ideas y mareas de horas sin dormir.

Ven, aque te cuente el principio de todos los cuentos, a que te explique de qué árbol cayó la poesía y qué pájaro mágico la hizo suya. Y De dónde nacieron los poetas. Ven, a que te saque los colores, a que acabe con tu paciencia, a que te quite el sueño y los dolores de garganta. No voy a dejar que tosas, ni que hables, ni que tomes el aire. Porque no hay enfermedad peor que ésta, porque no hay palabras ni hacen falta, ni se necesita respirar.

Ven, que vamos a ser libres, esclavos de un puñado de oscuridad, unas gotas de sudor y un montón de cucharadas de silencio.

Ven, que me acostaré en el olor de tu silueta sobre la almohada, me dormiré tapándome con el grabado de tu mirada en la puerta trasera de mis párpados. Y, finalmente, soñaré eternamente sobre el eco de tu voz diciéndome adiós, hasta la próxima despedida.