martes, 22 de mayo de 2012

Digo: Invento palabras

Digo: Me siento destarcalado, sí destarcalado, como una habitación en la que no deja de llover, con los muebles caídos, los libros por el suelo y la cubertería clavada en el techo lleno de nubes.



Digo: sí, detarcalado, y confundirioso, como perdido en un bosque de personas en movimiento que de repente se enraizaron al suelo de las calles, y no me dejaron ni andar ni correr, ni hablar ni ser libre. Entonces me enfurecí, por sentir que el mundo me tendía una trampa. Una trampa surgida de tus más terribles pensamientos, una trampa de gentes a las que ya no importa nada, ni el mundo, ni la vida, ni yo. Ni ellos mismos.



Digo: Destarcalado, confundirioso.



Digo: Abanderdido ¿Sigues necesitando una explicación? Abandonado por Dios y el Diablo, por no tener valor para rendirme. Confundido, porque ya no sé a dónde dirigirme.



Dices: (…)



Digo: Tú no dices.



Digo: Ya lo dijiste todo y nada.



Digo: Porque por ti ya sólo puedo decir penugnancia. Pena de llorar en nombre de todos los momentos que guardaste para no hacer nada. Repugnancia, tanta como para llenar de vómito todos los rincones de tu existencia. Por no haberla aprovechado.



Digo: Me faltan palabras para poder sentir en condiciones. Voy a llenar los márgenes del diccionario de blasfemias verbales. Escribiré mil veces las dos mil palabras que necesite para poder hablar, y las subrayaré en amarillo para que se te salgan los ojos de las órbitas cada vez que leas sus páginas.



Digo: Sí, algunos inventan palabras. Yo en cambio prefiero violarlas, acabar con su dignidad, corromperlas hasta que se desentrañan.



Dirán: ¡No existen!



Digo: ¿Y qué? El lenguaje es mío y me lo follo cuando quiero.



Dirán: ¡Oh! Que burdas palabras.



Digo: Mentira, peores son las palabras que son utilizadas para la mentira y para la falacia.



Dicen: (…)



Digo: Sólo dicen silencio, silencio insensible. Silensible. No se paran a contemplar nuestras miradas de incredulidad cuando vemos que ya nadie recuerda la tristeza. No ayudan a los mendigos desvanecidos, pasan de largo ante robos a mano armada, prefieren el fútbol a la defensa de sus derechos. No gritan, no se quiebran en llantos. Por dentro son desiertos. Por fuera no luchan ni viven. Carentes de identidad. Maniquíes sin rostro desperdigados por las costas de todas las ciudades. Llenándose de algas y de arena con el golpe de las olas.



Dice: (..)







Digo: Él dice que estoy loco, que la vida es perfecta y ordenada, que la guardería apunta al colegio y el colegio a la universidad. De la universidad al trabajo de tu vida. De tu vida, que es lo que tendrás que pagar a cambio de él. Un matrimonio y tres hijos, un chalet adosado con jardín y piscina. Vecinos idiotas que hacen barbacoas los domingos.



Decimos: Somos los que nos salimos del camino de tarjetas Visa Oro. Los armados con paciencia, puños cerrados y muy poca vergüenza. Somos los inadaptados. Los que sobrevivieron a las familias desestructuradas. Somos los que inventan palabras, e imágenes, cuentos y mundos paralelos. Porque lo real nunca es suficiente, y no me digas que no se puede cambiar.



Decimos: Somos los que dijimos en alto lo que otros ni siquiera se atrevieron a pensar. Los que esperan que diez mil años de evolución hayan servido para algo. Los que confían en el despertar de esos cerebros cargados de prejuicios y de métodos para escapar de la realidad.



Digo: Me voy, quiero ver el mundo, quiero grabar en mi memoria cada uno de los atardeceres de mi vida. Quiero conocer a toda la humanidad. Quiero hablar todas las lenguas, saborear todos los manjares del mundo. Quiero alegría. Quiero miedo, sudor, lágrimas, temblores, frío, quemaduras, herida de bala, palabras, silencios, abrazos, sueños. Quiero saberlo todo, conocerlo todo.



Decís: (…)



Digo: Decís que soy un soñador, que moriré como un apátrida. Sin origen ni familia ni amigos. Que no encontrarán mi cadáver. Que mi vida y mi alma se perderán. Que nadie recordará mi historia.



Digo: Que os jodan.



Digo: Son los momentos que poseo, y los deformaré hasta hacer de ellos esculturas de lo que siento.



Digo: Y un cuerno, la vida es monstruizante. Monstruosa, como un millón de litros de agua abalanzándose sobre ti. Alucinante, como contemplar la creación del sistema solar en segundos.



Digo: La vida es un enorme teatro, la vida es la verdad del mundo. Y decir la verdad de las cosas es decir la poesía de las cosas.



Dicen: (…)



Digo: No sé que dicen, tal vez he dejado de escucharles.



Digo: A la mierda la universidad, a la mierda la vida predefinida de filetes plastificados. A la mierda las amistades en holograma, los destinos homologados, felicidad en tetrabrick. Come a las dos, levántate a las siete, media hora en el gimnasio, tu imagen siempre será imperfecta, ejercicio envasado al vacío. Ocho porciones diarias de sueño. Soñar es para niños e inmaduros. Imaginar es de locos. Amor con conservantes, sexo con colorantes. Pero la luz apagada. Que le jodan a las veinticuatro horas de contacto inhumano, a la batería chupasangres del smartphone. Pronto la conectarán a nuestras almas. Pronto reiremos en sobres de doscientos gramos, sentiremos en emoticonos.



Digo: Pronto venderán porciones de catarsis en píldoras, orgullo en pastillas efervescentes, pasiones en complejos vitamínicos. El sentido de tu vida en galletitas de la suerte







Digo: Lárgate de aquí. Vive como te diga el instinto. Cambia drogas por cumbres nevadas y el What's up por la selva más lejana. Vive como lo sientas, no necesitas un título firmado por alguien que no conoces para lograr eso. Se acabó el contar calorías, el medir la cantidad de oxígeno utilizado para respirar. Que empiece todo de nuevo, que empiece la poesía, que empiecen los cuentos y el teatro.



Dicen: ¡Pero es terrible, vas a acabar con todo!



Digo: No, voy a crearlo todo.

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