lunes, 6 de diciembre de 2010

Los muertos

“un cementerio no es más que una extensión de tierra repleta de cadáveres en descomposición. Y una lápida? Una lápida no es más que la piedra para saber que cadáver en descomposición hay enterrado en cada sitio”

Mario Sánchez
http://susurrosentrelatinta.blogspot.com/

Esta es la historia del fin de la vida. La historia de los días en los que miraremos al cielo sin descanso, y con nuestros párpados cerrados. Es la historia de las ratas y de los árboles guardianes. Cuando lleguen esos días devoraremos la lluvia sin descanso y disfrutaremos haciendo crujir nuestras almas de tierra y gusanos. Los cuervos nos pasarán lista y los conejos se darán cuenta de que ya no hay más país de las maravillas. Entonces sonreiremos desde el otro lado, sonreiremos a todos los que desperdician su vida observando los nombres de los que ya se marcharon, bailando sobre un montón de códigos de barras de roca y musgo, con los que ni los gatos negros ni los espíritus de los que jamás se marcharon se paran a perder su tiempo eterno. Entonces el verde de nuestros ojos formará parte de las hojas de los árboles y el amarillo del alcohol que se filtró en nuestras venas estallará en mil primaveras cada vez que nos desvanezcamos un poco más de este mundo. Pensaremos entonces en toda la vida que quemamos hasta los cimientos, y en todos los recuerdos de aquellas bocanadas de aire que no llegamos a masticar por completo. Pensaremos en los errores que no cometimos y en los accidentes con vueltas de campana contra la realidad.
Y no nos levantaremos todos, porque seguro somos más y ahora es vuestro turno. Vuestro turno, vuestro momento en vuestro lugar. Es vuestra oportunidad para dejar de arrancar a los otros el único deseo que nos dio el genio de la lampara del ser. Porque en cada uno de vosotros se cruzaron los hilos del aire, el fuego, el agua y la tierra. Y el del destino, y el del tiempo y el de un montón de almas perdidas que como vosotros sólo buscaban un espíritu al que aferrarse para no hundirse en la soledad. Es vuestra vida, así que atragantaros con ella hasta que no soportéis más las arcadas de felicidad y ya hayáis vomitado un poco de vosotros mismos en cada milímetro que quede a vuestro alcance.

Mientras, nuestros pulmones serán pasto de los gusanos y devolverán todo el aire que tomaron a los tornados y las tormentas, y los pájaros podrán volver a alzar el vuelo. El valor de fuego que nuestros corazones desperdiciaron en cualquier rincón oscuro de nuestro pecho será lanzado al espacio, para que lo cojan las estrellas, o los rayos de Sol con las bombillas fundidas o cualquier viajero perdido que necesite un poco de calor y de latidos nerviosos para atreverse a seguir navegando. Y nuestros pies serán todos los caminos que queden por recorrer y todos los malditos rumbos que sigan los barcos ala deriva. Y nuestra sangre se filtrará en la tierra y hará correr los ríos, de tinta para seguir imaginando y de aguas cristalinas para seguir aguantando al respiración. Hará morder a las manadas de lobos mientras, en las antípodas del mundo, un niño no sabe que decir al ver su vida clavada ante su mirada, así que decide llorar.

Entonces daremos todo lo que nos quede por dar, y a cambio tomaremos una pizca de luz de Luna y de atardecer, y con ella haremos crecer la hierba y las ganas de las ramas de los árboles de llegar al cielo. Y los perro aullaran en nuestro honor y los hombres bailarán alrededor de las hogueras. Y los muertos seguirán viviendo en el mundo y el mundo seguirá viviendo de los muertos.

Esta es la historia para el que viaja entre mundos que aún no han sido creados y los que se destruyen cada vez que se terminan las acuarelas; esta es la historia de los vivos y de los muertos, para el que que hace que muertos que nunca existieron estén algo más vivos y que hace que a los vivos les valga la pena estar cada día un poquito más muertos.

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