lunes, 23 de agosto de 2010

Cuentos de Tren III (01:17)

Ya sólo se oyen sus zumbidos. Cubos de rayos y peceras de medusas reflejo y mariposas espejo. Se encienden las blasfemias y se apagan las preguntas de respuesta desagradable.

Te acercas y miras el interior de las peceras con el catalejo de las palmas de tus manos. La Luna hace chasquidos intentando llamar la atención entre la multitud de nubes. Mil agujas le inyectan su tinta de eclipses y de ojos cegados por la luz y cansados de los sonidos nocturnos y de los accidentes de aviación.

Sólo tú respiras en este panorama, en este asfalto de luces de neón y semáforos en rojo. Sólo tú y las peceras de rayos se dejan pensar. Sólo los tachones hablan y sólo los bolígrafos se quejan de frío mientras los vientos duermen y los insomnes escriben y silban melodías inventadas.

Sólo hay números y pantallas y veinte mil leguas de viaje submarino entre los cables de tu lengua y mis circuitos de piel de gallina.
Pero aún aguanto la respiración y el color morado de mis mejillas y el azul lapislázuli que bombardea mis ojeras.

Aún desvelan los crujidos de espalda y los temblores ocasionales, de frío y de pensamientos de mi nariz recordando el hueco que me dejas entre tus labios y tu cuello. Y se suceden los estertores en los lagos de tu ombligo, llenos de sirenas, historias fantásticas, conversaciones al desnudo y lluvia de pestañas caídas.

Una “X” en el mapa marcando el inicio del viaje y una maraña de calles y andenes hasta el final. Mierda en las botas y somníferos de hilo musical.

Así ya sólo quedan ametralladoras y una continua cuenta atrás de nervios y bostezos.

Así Ya sólo escuchan tres tristes tigres y un pobre perro sin dueño. Miran los fantasmas al pasar a rastras y en eses y acaricia el poco calor que queda en la mochila.

Así sólo huele el frasco de tu olor que me queda entre los dedos y sólo duele no tener demasiada garganta para recordar ni suficiente tinta para emborronar
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